Le pertenezco

ni dejamos en el cielo nubes blancas.
Tal vez porque nos sentimos guarnecidos
en la inteligencia del tonto prudente que se
alimenta de la sombra del inteligente,
el cual sufre por la estupidez imprevista,
digna de una derrota planeada.
Como si ya no fuera suficiente lo desconocido
y lo irreversible.
Como si ya no fuera peligroso la zoncera
con iniciativa.
Tal vez por eso dejamos que la busqueda
de la cosas sea la cosa misma
y esperemos que algún día nos golpeen la puerta
para unirnos al rebaño... y pertenecer.