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Me decidí y le dije a mi madre: ¡Soy heterosexual!

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Me llamo Mariano. Nací macho y en 1978. La partera sentenció con firmeza: ¡Es un niño!  Quizá fue gracias a el azar de Demócrito, que ciertos átomos cayeron de tal manera para que mis cromosomas permitieran sobresalir de mi cuerpo, una bolsa testicular y una protuberancia alargada que se diferenciaba sin duda alguna de un simple clítoris escondido, así que no hizo falta apelar al criterio moral del médico para que me hicieran alguna corrección estética, tan acostumbrada en la época y sin consentimiento, que permita definir claramente mi sexo, ante una sociedad tan asustadiza. Así que nací macho y al poco tiempo ya empecé a auto percibirme como hombre, en una niñez sin percances. Con mi padre fue todo más fácil. Un hombre reservado y de pocas palabras, permisivo  y cariñoso; en cambio mi madre era más rigurosa y marcaba una disciplina basada en límites que justificaban su rectitud ante las normas de su vida. Ella empezó a sospechar poco a poco... Yo estaba atravesando ya la primera etap

Para querer a un amigo

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Para querer a un amigo se necesita humildad. Una palabra mal interpretada en estos tiempos, ya que proviene de otra más controvertida, humillación. Con mi amigo siempre seré humilde porque me postro ante su preciado tiempo cuando me presta su atención y lo menos que puedo hacer ante eso, es devolvérsela con interés.  Para querer a un amigo no se necesita conocerlo. La confianza no proviene del conocimiento sino de la fe. Es por eso que le soy fiel a mi amigo y el cariño que le tengo, no asciende por conocerlo sino por admirarlo. Para querer a un amigo no se tiene que estar a la altura de su generosidad sino a la par de su solidaridad. Esa que no viene del pan y el circo que me relaja y normaliza, es en cambio la que viene del pensamiento crítico que me saca de la obviedad de la vida, que es la mala costumbre de ver las cosas de una sola manera sin dar lugar a la contingencia, a que todo puede ser de otra forma. Para querer a un amigo basta con contener el poder que tengo de lastimarlo 

Los gatos de Pavlov

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La leyenda dice que luego de leer el libro Los gatos de Pavlov ocurre algo extraordinario. Se te aparece el Diablo con la cara del amor de tu vida, el cual algún día podrías conocer, haciéndote una oferta única. Por supuesto que no le dí importancia hasta que un amigo me lo prestó. Justo antes de dormir lo tenía en mis manos y lo llamé para decirle si él creía en lo que se contaba sobre éste mito. Él alcanzó a decirme: “Buena suerte y no te arrepientas” Sin todavía alcanzar a comprender sus palabras decidí hojearlo cuando empecé a elevarme sobre la cama y mi cuerpo se fue colocando verticalmente en un giro circular con mi cabeza como vértice boca abajo. Sentí paz sin embargo, en un estado embriagador de alcaloides hasta que caí de pie frente a una hermosa mujer que nunca había visto. Sólo sentí que debía poseerla y ya nada importaría. Su angelical rostro se aseguró de no poder olvidarlo y sus ojos claros me enceguecieron al ponerse brillantes hasta la fosforescencia cuan

Extrañarse a sí mismo

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Soy una pelea de relatos surrealistas escritos por la pata izquierda de un Mendieta con pocas pulgas. La impotencia de quien quise ser, la nostalgia del que dejé de ser y la burla del que no seré. Soy contingencia, un recuerdo de cada instante, la memoria selectiva del tiempo que me conviene para tolerarme. Soy al que le da ganas de dormir cuando pierde el interés en la vigilia y no por estar cansado. Soy el que se siente feliz porque desea y no porque se le cumplen sus deseos Una manchita rosada que desaparece en la aureola de tu pezón cuando tienes frío. Una manchita blanca como la luna en el terso cielo de la mañana. A cada rato, a cada cambio de piel, dándole ganas de vivir al sol por dejar que me ilumine y explicándole al oro que su valor no debe venir porque brilla cuando se lo franelea o porque es maneable cuando se lo manipula en caliente, sino porque tan sólo es escaso o simplemente es el “Cuento del Tío” de algún alquimista. Soy una búsqueda constante de

Hacedor de asados

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No se burle de mí. Yo sólo soy un hacedor de asados.  Los grandes asadores no asan tan fiero como yo. Lo que sucede mi amigo es que usted como tantos otros fueron engañados por la magia que practico tan profesionalmente cual ilusionista de las Vegas. Eso es algo que jamás lo encontrará en un restorán argentino. Ojo no se equivoque, que soy leído en el tema más bien no tengo estudios formales, tan sólo prestaba atención a mi padre cuando le preguntaba si lo podía ayudar en algo: Ya me estás ayudando. Estás mirando cómo se hace el asado …contestaba. Respuesta difícil de comprender a temprana edad pero muy significativa cuando uno recuerda con el corazón, valga la redundancia, ante la inquietud de la inexperiencia frente a la parrilla, donde uno se pregunta “cómo lo hubiera hecho mi viejo”   Y volviendo al tema que seguro ha de perturbarlo quiero dejarle en claro que no uso ingredientes secretos de yuyos raros o carnes fabricadas de Feedlot por científicos locos.

Personas como nosotros no nos enamoramos.

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Personas como nosotros no nos enamoramos. Pero sí amamos, incluso te digo más, amamos hasta la indiferencia. Con una bronca calamitosa que puede explotar en cualquier momento en sábanas arrugadas de soledad y hastío. Pero el amor lo vivimos de otra manera… ¿Vos crees que Valentín prefería ir a la guerra que quedarse con su mujer? Ya te imaginas la situación: “¡Vale, te quedás en casa! ¡Si igual te van a matar, que te venga a matar acá! Así que no me pidas un catorce de febrero, porque nosotros no nos enamoramos pero sí somos amigos, tan amigos como para quedarnos en la misma cama, después del amor, después de soportar un mundo de personas, cuando le llega su mal día, cuando no queremos ver a nadie. Y nos queremos hasta los abrazos y las distancias. Así que no me pidas una carta de amor. Porque nosotros no nos enamoramos. Pero sí somos familia hasta cruzar nuestros genes y hacer vida. Después de hacer hijos con otros, después de matar tanto las ganas con los inc

Polvo para dejar huellas

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Había caminado para justificar al horizonte y como toda aventura que se da por curiosidad, pedía ofuscado explicaciones ante el descanso. Tantas leguas de respuestas requerían más preguntas combustibles, tan confundidos aquellos zapatos, acostumbrados a tropezar con piedras, a implorar polvo para dejar huellas, se desataron por un poco de betún promesa. Y pensó que Aquiles era tan débil como su talón y sin embargo fue su fortaleza para perdurar en la historia, la cual, ejemplificó al peor de los pecados con Judas y simplificó la política con Nerón de la manera más salomónica posible. ¿Hay motivos para celebrar al intento sin ser obsecuente con nuestra lealtad? Ajusticiar los retos nada tiene que ver con venerar las victorias, ellas se encuentran en la caída y no en la hipocresía del éxito, esa insatisfacción constante que te mueve hacia una actitud, así sea para mantener el equilibrio hasta llegar a la idea de inercia. Afirmaba que ese conjunto de decisiones tomadas a las que ll