Lo execrable bajo palabra (Lo que Octavio Páz no dijo)

" Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra,
libertad que se inventa y me inventa cada día"
Octavio Páz.




Todo lo que pueda escribir, alguien ya lo dijo y quizás con más estilo y elegancia. Sin embargo, carecían del momento histórico y receptores que merecen mi contexto.
¿Hay algo nuevo que yo pueda ofrecer literariamente sobre el amor, la guerra, Dios, paz, miseria, justicia y todos los tópicos que justifiquen las emociones humanas? No!
Tampoco voy a escribir para explicar el llanto de recién nacido, ni para que la muerte se quede con la última palabra. A pesar de esto manejo el lenguaje de mi época y conozco esas palabras desterradas del diccionario de la calle, de todas soy dueño de la mitad y la otra parte es propiedad del que las quiere recibir. Además tengo un arma secreta: la falta de educación de todo lo que querían que no aprenda y las frescas teorías de la economía del lenguaje, tan natural y nihilista como la palabra “Carajo”, con fuerza y carácter propio, con toda su soberbia bien ganada. Tan mal educada como la palabra “Palabrota”, un engaño semántico y degenerado en lo apologético de la contra-cultura.
Entonces podríamos observar la tragicomedia del “Ser Orador”, con la alegría que reconforta la parálisis sin dolor y la tristeza que propone la impotencia de lo que se intenta mover pero sigue quieto.
Dilucidarán que hemos caído otra vez (en el párrafo anterior), en la metáfora prostituta que es capaz de complacer el tejido lingüístico que nos mece, la que cumplirá nuestras fantasías ególatras a cambio de la franqueza del mensaje y la sinceridad emocional. La ninfa que hará creer que promovemos el sano ejercicio de hacer pensar al público, que le generamos felicidad y utilidad al que nos decodifique. Ja ja ja! Dice que somos inteligentes, el eufemismo con gracia, intelectuales sin desperdicio…, ahora sí entiendo la poética como erotismo de la literatura y la física cuántica como la mejor forma para explicar al universo!… Tarde descubrimos al maltratado éxito como un gran malentendido.
Me parece que todavía no escuchamos las carcajadas de las personas que tan solo manejan un puñado de vocablos, lo suficientemente ágiles, flexibles y camaleónicos e inmaculadamente capaces de invocar la mentira y falsa promesa de significado. Orgullosos, luchan y sobreviven ante un mundo hipercomunicado de hipertextos multimediáticos, que escupen palabras nuevas cada minuto sin alcanzar a conocerse la madre que las parió, y los llevan sin piedad a la confusión y soledad en la que está fundada nuestra condición social. Fíjense en dos herejes del dogma de turno como Darwin y Gutemberg: el primero propuso que el inicio de la civilización se dio cuando el hombre reemplazó tirarle una piedra a su prójimo por decirle insulto, y el segundo concibió la imprenta y su nueva forma de darle publicidad a los pensamientos, destructores en su esencia de cualquier ligamento o armazón de lo ya establecido o simplemente, solo por el placer de demostrar empíricamente para que carajo sirven los símbolos…
Pasan los años y hay libros que contienen una ajena sabiduría que ya me es inane para mi (disculpen, inútil quise decir), por que tenían que ser asequibles a mi comprensión en el momento en que los hubiera necesitado, pero lamentablemente siempre hay alguien lo suficientemente sabio que te dice “este no es el momento adecuado” para enseñarte algo que enriquezca culturalmente, aunque siempre habrá oportunidad, sin importad la edad que tengas, para mostrarte cuan bruto eres intelectualmente. Estos son los mismos que te quieren obligar a ser previsor de una posible agresión latente siempre en guardia por toda tu aldea, al disfrazar esa práctica hipócrita que reconforta la cobardía de ser amables y sumisos a las normas.
Así que seguiré este camino austero de la crueldad del que comunica algo, de las nuevas ideas y reflexiones que yacen escondidas en los libros olvidados de mi biblioteca, en los libros de letras ya leídas, en fonemas ya pronunciados como un leguaje ya muerto. Y en esas hojas buscaré emociones que puedan salvarme de mi mismo y honrar mi muerte, explicar los miedos, lacerar la justicia divina, maltratar esa debilidad llamada esperanza, revalorizar al egocentrismo, asexuar a la humanidad y tener sexo con la vida sin separarnos de lo que algún día fuimos para no olvidarnos de lo que podríamos llegar a ser al estar tentados con el mañana, y por supuesto… de cuando en cuando... encontrarme con la duda.

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